En el camino hacia una industria
de eventos más sostenible y justa, la accesibilidad sensorial emerge como uno
de los grandes desafíos aún por resolver. En un contexto en el que cada vez se
habla más de reducir la huella ambiental, optimizar recursos y aplicar
criterios ESG en la producción cultural, aún persiste una deuda importante:
garantizar que los eventos sean accesibles para todas las personas, incluyendo
aquellas con discapacidad visual o auditiva.
Javier Aguado Alonso, Coordinador de Protocolo y Eventos en el Grupo Social ONCE, comparte con Eventsost una reflexión profunda y crítica sobre la situación actual de la accesibilidad en festivales y conciertos, aportando ejemplos concretos y destacando tanto los avances como las barreras estructurales que aún persisten.
Según Aguado, los avances en accesibilidad sensorial siguen siendo puntuales y desiguales. Aunque reconoce iniciativas positivas, como el acompañamiento a personas ciegas hacia sus butacas o la mejora de la señalética en algunos espacios, señala que en general “queda mucho por hacer” para que los eventos sean realmente accesibles.
Menciona como ejemplo la prueba piloto del festival “Las Noches del Botánico” en Madrid, donde se implementaron mochilas vibratorias para personas con discapacidad auditiva e intérpretes de lengua de signos. A su juicio, “estos guiños son importantes”, pero insuficientes para hablar de una inclusión sistemática.
También destaca el compromiso de artistas como Rozalén, que integra en todos sus conciertos a una intérprete de lengua de signos. Sin embargo, lamenta que “la audiodescripción de la escenografía sigue ausente en la mayoría de espectáculos”, dejando fuera a muchas personas ciegas del disfrute completo de la experiencia.
Tecnología sin accesibilidad
es exclusión.
Aguado es claro en su diagnóstico: la tecnología, en muchos casos, se ha convertido en una barrera en lugar de una solución. Señala que los códigos QR no accesibles y los portales de venta de entradas siguen siendo “un rompecabezas” para las personas con discapacidad visual.
Insiste en que es urgente revisar estos procesos desde un enfoque de diseño universal, que no solo incluya a las personas con discapacidad reconocida, sino también a otros públicos, como las personas mayores, que pueden presentar dificultades sensoriales no diagnosticadas.
“En los festivales se está incorporando un perfil de público que ya es de una cierta edad (60/70 años), y aunque no tengan discapacidad reconocida, sí tienen problemas de movilidad, de audición o de visión. Ojo con no considerar este asunto”, subraya Aguado.
La formación, un eslabón clave
para avanzar.
La accesibilidad no puede depender únicamente de estructuras o recursos técnicos. Aguado destaca que la capacitación del personal que trabaja en eventos es fundamental para garantizar una experiencia inclusiva. Recomienda que los organizadores se apoyen en entidades especializadas, como las distintas asociaciones de personas con discapacidad, y que exista diálogo constante con organizaciones representativas, como el CERMI (Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad).
Los retos siguen siendo
estructurales.
Desde su experiencia, Javier Aguado identifica el principal reto en la falta de compromiso real por parte de los organizadores. Explica que muchas veces la accesibilidad no se considera desde la fase de diseño del evento, sino como un añadido posterior. Esta falta de planificación genera soluciones incompletas o simbólicas.
Afirma con contundencia que “los organizadores deben aplicar las mínimas normas de accesibilidad como si fueran obligaciones básicas, igual que las de prevención de riesgos laborales.” Solo así será posible garantizar una experiencia equitativa para todas las personas.
En cuanto a las reclamaciones más frecuentes del público con discapacidad, enumera cinco puntos críticos:
La adquisición de entradas por web, muchas veces inaccesible.
Accesibilidad +
sostenibilidad: una visión verdaderamente integral.
Aguado enfatiza que la inclusión no es un concepto aislado dentro de la sostenibilidad. Por el contrario, considera que la integración de la accesibilidad junto con los criterios ambientales debe ser la base de los eventos responsables.
“Eso sería lo ideal. Y el verdadero síntoma de normalidad: cumplir los ODS y los derechos fundamentales de las personas con discapacidad, recogidos en la Convención de la ONU”, explica.
El papel estratégico de las
certificaciones.
Para cerrar su análisis, Aguado pone en valor el papel de los sellos de certificación como herramienta para impulsar el cambio. Cree firmemente que estos mecanismos son útiles siempre que estén bien definidos y tengan requisitos precisos.
“Este tipo de certificaciones siempre ayuda, pero deben tener una redacción muy precisa en cuanto a los requisitos a superar. Su inclusión en los concursos previos a la adjudicación de festivales puede tener un efecto muy positivo.”
Una industria que no excluye
es una industria más sostenible.
La sostenibilidad en eventos no puede entenderse de forma parcial. Un festival que recicla sus residuos, pero excluye, de forma involuntaria, a personas con discapacidad sensorial, está dejando de lado un aspecto clave del desarrollo responsable: la equidad.
Como bien resume Javier Aguado, la inclusión debe estar en el ADN del evento, desde la planificación hasta la experiencia del público. Diseñar eventos sostenibles implica también diseñar eventos accesibles. Porque no hay sostenibilidad real sin justicia social. Y no hay justicia sin accesibilidad para todas las personas.